Y... si me quedo en Granada???

No he estado nunca en la Granada española, pero la de Nicaragua me ha cautivado. Enamoran sus niños, sus mercados, sus olores, sus calles...


He descubierto que me encantan los mercados. En cada esquina, en cada rincón hay algo nuevo y diferente y siempre todos sonrien, todos me explican lo que venden aunque ya saben que no voy a comprar nada. Me han visto dando vueltas, preguntando, haciendo fotos, hablando con los niños y las mujeres, enseñandoles las fotos y probando las frutas.


En contra de lo que dice mi guía, como de los puestos callejeros y , de momento (fingers crossed!), mi estómago lo soporta como un campeón.


Otra vez una plaza, un jardín y otros niños. Esta vez es Anibal quine se interesa por mi cicatriz y me explica como se hace una operación. Primero te ponen una vacuna para dormirte y luego te quitan lo malo. Cuando el doctor acaba, te zurcen muy despacito. Si lo hace rápido es peligroso porque te pueden clavar la aguja y te mueres de pronto. Me explica también que las cajas de los muertos son de madera, pero que sabe que las cajas de mi país son de plata y oro. Le comento que nunca he visto ninguna caja así y resuelve que es porque los doctores de allá son muy buenos. Le digo que esta mañana he visto un doctor en la televisión que parecía muy bueno y el me contesta que no lo mire, "yo no miro la tele, dicen mentiras". Anibal tiene 12 años y limpia zapatos en la plaza de Granada.

Seguiremos informando...

PD1: He sustituido mi zumo de naranja matinal por un combinado explosivo de frutas:mango, papayas, piña y manzana roja. No tienen manzanas verdes.



PD2: Vuelvo a viajar en autobuses cochambrosos. En cada parada suben vendedores de chucherías, todos gritando a la vez sus mercaderías y con música estridente de fondo. Al llegar a mi altura, todos se paran esperando que la gringa compre algo, pero sólo sonrio y digo un "no, gracias", hasta que una niña me dice "pero Doña, si estan muy ricos..." No tengo más remedio que comprar un dulce de coco con sabor a fresa. Odio el coco, así que los guardo para Anibal, o para cualquier otro limpiabotas que encuentre en mi próxima parada.