domingo, 13 de marzo de 2011

Desde mi ventana

La casa en la que vivo está situada en la zona alta de Port-au-Prince, en el límite de Petion Ville con Delmas. Es la zona alta en los dos sentidos de la palabra: está en la montana y es donde tiene su residencia la clase acomodada. Petion Ville esta « reservada » a los expatriados y a los haitianos con recursos, mientras que Delmas se podría decir que forma parte de la autentica PaP. Sin llegar a los extremos de Cite Soleil, un barrio considerado zona roja y por tanto peligroso y completamente prohibido para mí, en Delmas la gente vive en condiciones precarias. Fue una de las zonas afectadas por el terremoto y muchas casas están todavía a medio construir o a medio derruir, según se mire el vaso.



Mi ventana da a una de las zonas de Delmas que todavía lucha por salir adelante de la pesadilla del terremoto. Desde la terraza de mi habitación veo como mujeres y niños van a buscar agua a una especie de fuente. En ese mismo lugar se « duchan », lavan la ropa y colectan el agua para beber. No muy lejos, tienen el « lavabo », un descampado rodeado de cartones y plantas para proteger la poca intimidad que puedan tener.

Los fines de semana, que es cuando más tiempo paso en la casa, se oyen ruidos de martillo. Es una de las muchas personas que trabaja en la construcción, con todas las comillas que puedas imaginar. Recolectan maderas, piezas de metal, muros de los escombros e intentan reconstruir su vivienda. Son chabolas de mil y una piezas.


Los gallos y cabras se oyen continuamente, los primeros cantando durante todo el día a deshora y las segundas protestando por defender su vida. Creo que hay una especie de matadero cerca, pero los arboles no me han permitido confirmar mi teoría.

A diferentes horas, sin una rutina fija, se oyen salmos y cantos religiosos. Los haitianos son extremadamente creyentes ; católicos y protestantes en su mayoría, comparten creencias con el vodoo. Y aunque la capital no es zona vodoo, los inmigrantes llegados de las provincias combinan creencias sin problemas.

Uno de nuestros choferes, un antiguo sacerdote vodoo convertido en pastor protestante, que combina sus responsabilidades religiosas con el volante de nuestra ONG, intenta adoctrinarnos sin mucho éxito. Se queja de que los blancos no creemos en nada ni en nadie. Cada vez que pasamos por delante de una iglesia se santigua (para que el Señor le proteja), cuando pasa por delante de un edificio destruido se persigna (porque solo Dios sabe cuántas almas están enterradas ahí), la música de su móvil es una oración y siempre se despide con un « que tenga un buen día con Jesús ».

Aunque a veces puede resultar cómico, supongo que una de muchas estrategias de defensa psicológica de los haitianos. Cuando no tu ciudad vive entre escombros, cuando la gran mayoría de la población vive con 2 dólares al día, cuando el estado te abandona, las ONGs invaden tu país y los blancos deciden los resultados electorales, como mínimo te queda tu religión; la que te diseñas a medida: la que te permite combinar creencias, la que te permite considerar que los desplazados que han acampado delante de la Iglesia no tienen ningún derecho porque están profanando los espacios sagrados y la que no ponen ningún tipo de límites a la promiscuidad.

Hablaba el viernes con una chica belga que ha vivido en Haití durante seis años. « Estoy a punto de dejar este país y no creo que nunca llegue a comprenderlo. En otros países, habría habido una revolución hace años, aquí la gente sigue aguantando lo inaguantable, con algún que otro estallido de violencia, pero sin provocar grandes cambios ».

Si lo dice ella tras seis años aquí, no creo que yo pueda aportar mucho más tras solo unas semanas.

Mientras, a escasos metros de mi ventana, la gente sigue duchándose en la calle, viviendo en chabolas y rezando para que sus hijos puedan tener algo mejor. Y yo sigo sin comprenderlo.

Seguiremos informando…

martes, 8 de marzo de 2011

Y como se reconstruye todo esto?

Sin darme cuenta ya ha pasado un mes y medio de mi llegada a Haiti. El 16 de enero, días después del primer aniversario del terremoto que devasto Port-au-Prince (PaP) y sus alrededores, llegaba al país, coincidencias de la vida, en el mismo avión que el ex-dictador Baby Doc. Llegada prometedora con un aeropuerto totalmente colapsado por periodistas y seguidores. Durante este mes y medio he tenido ocasión de ver como la inestabilidad política puede afectar el futuro de un país. Un año después del terremoto, el país sigue por los suelos, no es que estuviera mucho mejor antes del 12 de enero de 2010 pero en este año; decisiones importantes que se deberían haber tomado han estado relegadas a un segundo plano. Mientras cerca de 800.000 personas viven todavía en tiendas de campaña y lo que les queda...

La vida en los campos de desplazados de PaP es muy diferente de la de los campos de refugiados y desplazados en Chad. Para empezar aquí se trata de un entorno urbano y peri-urbano, con espacios reducidos y grandes aglomeraciones de gente. Horas después del terremoto la gente que había perdido sus casas y que tenían miedo de dormir a cubierto por temor a nuevas replicas invadieron los espacios abiertos: desde un selecto club de golf hasta huertos urbanos, pasando por campos de fútbol, escuelas y terrenos particulares. Poco a poco la ayuda de fue organizando entorno a estos campos improvisados y hoy dia te encuentras con autenticad ciudades dentro de la ciudad.

La situación en otras zonas de la ciudad no es mucho mejor: no hay sistema de gestión de basuras, así que los desechos se acumulan por cualquier lado formando autenticas montañas. Con un poco de suerte alguien decide quemar un poco de basuras, de lo contrario la montaña sigue creciendo al lado de mercados, casas, riachuelos donde los animales comen restos de basuras y en los que los niños chapotean.

No hay servicio de salud publico, la educación es privada, en la ciudad el agua se distribuye en camiones, en las zonas rurales con un poco de suerte encuentras pozos, muchos de ellos contaminados por excrementos animales...

La verdad es que es un panorama un poco desalentador. El trabajo que hacemos las ONG naturalmente ayuda a mejorar la situación, pero no se trata de algo puntual. Las ONG no vamos a estar aquí para siempre, los donantes se acabaran cansando de Haití y el publico se conmocionara mas con las imágenes de la próxima crisis humanitaria. Es necesaria la implantación de una estructura que funcione en condiciones, con personal preparado y dedicado a tareas concretas. Y aquí es donde entra el juego en gobierno, poco preparado, centralista, corrupto y bajo la influencia de las 25 familias que, según las malas lenguas, controlan el país. El proceso electoral ha centrado la vida política en los últimos seis meses. Mientras 800.000 personas vivían en tiendas y cerca de 4.000 morían en todo el país a causa del cólera, el debate político se centraba en las elecciones del 28 de noviembre. La segunda ronda presidencial se espera para el 20 de marzo, esperemos que a partir de entonces el nuevo presidente o presidenta trabaje duro por sacar el país adelante, un país que podría ser un paraíso, pero que de momento se asemeja a un basurero gigante.

Seguiremos informando...