martes, 23 de junio de 2009

Mutiladas

El centro de salud del campo consta de siete salas de visitas. Una de ellas, está decorada con motivos femeninos: cortinas de colores, láminas con imágenes de mujeres, fotos de bebés… es la consulta de maternidad. La doctora Njanki, una keniata imponente que se niega a vestir bata blanca, me recibe al final de su jornada. Una de las comadronas tradicionales acaba de informarle de un nuevo nacimiento en el campo, un parto tranquilo y sin complicaciones, así que mañana a primera hora se acercará a ver a la madre.

“Nos ha costado que las mujeres acepten nuestra presencia. No estaban acostumbradas a tratar con extranjeros y mucho menos con hombres. Cuando son los niños quienes están enfermos no hay problemas, mis compañeros les atienden sin más, pero en el caso de las mujeres no quieren ser atendidas por hombres. Culturalmente no les está permitido” me explica.

Es por eso que han formado a comadronas tradicionales para que puedan asistir en los partos cuando los médicos no están cerca. Pero si el parto se anuncia complicado, las mujeres son trasladadas a la clínica.

“Nos encontramos con muchos partos complicados y muy peligrosos a causa de la infibulación que se ha practicado a muchas mujeres en su niñez” revela muy seria. La infibulación es una variante de la mutilación genital femenina. Se corta el clítoris, los labios y se cose la parte externa de la vagina, dejando únicamente un orificio para orinar.

No se disponen de estadísticas fiables en los campos, ya que está considerado un tabú, pero la doctora Njanki me confirma que muchísimas mujeres refugiadas han sufrido la mutilación genital y que todavía se producen dentro del campo.

“Hemos hecho muchas campañas de sensibilización, hemos hablado con hombres, con mujeres, con líderes y poco a poco empiezan a ser conscientes del peligro que implica para la vida de las niñas y para su salud futura. Se ha producido un cambio, antes se hacían las mutilaciones a plena luz, era casi un evento social y todo el mundo lo reconocía. Pero ahora, se hace en secreto, saben que es peligroso, que no es bueno. Incluso hay madres que vienen pidiendo ayuda porque alguien de la familia quiere mutilar a sus hijas. Se han hecho avances, pero no los suficientes todavía” acepta resignada.

Mientras la doctora habla noto un sudor frío por la espalda. No es la primera vez que oigo hablar sobre la mutilación genital femenina, pero ahora cada vez que miro a una mujer no puedo evitar pensar en ello. En el dolor físico y psicólogo que causa, en lo salvaje del acto, en las muchas mujeres que mueren desangradas por querer mutilar su sexualidad y en lo poco que está en nuestras manos por cambiar esta realidad.
Seguiremos informando...

1 comentario:

James dijo...

Excelente blog. estoy fascinado por el trabajo en Chad, increible, ya quisiera yo ser "util" alguna temporada, pero mi profesión de abogado no parece ser algo muy "práctico" en un campo de refugiados y para ayudar en alguna ONG o en ACNUR por ejemplo. Abrazos desde chile.
Jaime.